Sobre la exposición Ningún lugar, cualquier lugar, de Vicente Mascuñano
Antonio Lachós.- Entre mirar y ver hay la misma diferencia que existe entre abstenerse y votar: lo segundo lo hace cualquiera, mientras lo primero supone una decisión consciente y reflexiva. Mascuñano se olvidó de ver las cosas hace ya tiempo y mira el lugar en el que vive con la atención del cirujano, sin pensar en la imagen que quiere conseguir, pero teniendo muy claro los principios insobornables de la mirada, a saber: mirar sin ver, mirar sin querer recordar.
Fotografiar el pueblo del que es uno es el mayor rito iniciático que puede enfrentar un fotógrafo. Desconozco si Vicente es de Barbastro. El tema no es baladí: si no es tu pueblo, no hay ritual, no hay riesgo ni hambre atrasada. Pero sí es el tuyo se acaban la excusas, es un viaje del que no se asegura regreso y en el que lo más difícil es decidir el momento de la partida porque allí solo habrá asideros con espinas, agua en los zapatos y viento con arena. Tampoco creo que esa pregunta deba tener respuesta, es mejor dudar.
En las fotos de Cualquier lugar, ningún lugar están los ecos de las sombras, pero también hay algo de Kertesz y de Walker Evans. No intente verlos con la plantilla cuadriculada de calcar, están allí cómo está la madera en un whisky o el blanco y negro en los recuerdos. Ya sabe que en esto de las influencias la pe con la a no suele ser pa, aunque nos gustaría. Estamos muy acostumbrados a las certezas que dan sentido, por llamarlo de alguna forma, a lo que hacemos. Hasta que las certezas se desvanecen y una pelota juega al tres en raya mientras las libélulas vuelan sobre la nieve.
Orden sí hay, aunque no se vea. Está en la pelota que se quedó allí como el cuadro de Baricco, en las sombras de mañana de otoño, en las líneas de color pintadas en una pared indiferentes a las letras amotinadas del grafitti. Ese equilibrio interno de la calle, aunque sea falso, nos hace creer en el orden natural de las cosas, en la construcción que siempre supone mirar el mundo por un visor. Aunque a no ser que usted pasee por Chernobyl, lo normal es ver gente por las calles.