Antonio Lachós.- Dale Irby era profesor de gimnasia. Durante cuarenta años se hizo la fotografía para las orlas escolares con la misma ropa. O al menos con una ropa que, aparentemente, es la misma. Si usted pertenece a alguna red social virtual ya sabe de que va esto, ha sido un fenómeno viral, lo cual dice mucho del orden de prioridades de nuestra sociedad. Viral como la gripe aviar, el ladrillazo, pocholo, la prima de riesgo o el perro de la mermelada: unos pasamos por caja y otros la recogen antes de salir. Lo de siempre.
Es inquietante que en un tiempo en el que hay malnutrición infantil la fotografía popular, del pueblo, se dedique a rasgarse las vestiduras por el bokeh de mi tele, las gotetas de agua en la hojeta de hierba y el gato que se enreda con la lana. Uno piensa que la fotografía debería hablar del mundo que nos rodea, pero, por lo que se ve, el mundo que nos rodea es el mismo desde hace treinta años. Tal vez el problema de fondo sea la incapacidad para describir. Y es verdad, describir es muy difícil, pero de ahí a ver siempre lo mismo hay un buen trozo. Puede ser que usted sea de esas personas que prefieren la injusticia al desorden, ya sabe, hacer un escrache es terrorismo y vender preferentes hasta el 2381 es ingeniería financiera. Nada que objetar. Aunque el mundo que le rodea tiene más matices de los que caben en una palabra. O en una imagen. Uno lee “los banqueros ladrones del pueblo, valga la redundancia …” y piensa, hostias, eso es una imagen, la capacidad de hacernos evocar una situación sólo con leerla. O ve las cuarenta fotos del profesor de gimnasia Dale Irby hechas durante cuarenta años y piensa, hostias, eso es una imagen, he aquí un antisistema. Y sí el tipo hubiese llevado exactamente la misma ropa durante cuarenta años habría que darle el Nobel de la paz, sí es que el Nobel de la paz valiese para algo. Aunque es más cómodo no creerlo existe una relación entre la ropa que cumple cuarenta años y las fábricas de Bangla Desh, como existe una relación entre el consumo y la democracia, aunque la gente piense que la democracia es una urna y Bangla Desh una playa. En fin, y con permiso del gran Nicholas Nixon, lo de este hombre tiene mucho mérito. También fotográfico.
Vemos pasar cuarenta años de la vida de una persona y sólo cambian las canas, las gafas, y, en la primera década, el fondo de las imágenes. Al parecer, en la década de los setenta estaba bien visto que en el fondo de las orlas apareciese el lugar en el que uno vivía: las ramas de un árbol, la bandera, unos libros. Después un fondo azul se apodera de la escena y, aunque mejore el efecto de lo inmutable, recorta lecturas a los retratos. Y hubo un fotógrafo detrás que apretó el obturador y que, eso sí que es una meta, hizo invisible a la cámara para que toda la atención fuese hacia el señor Dale. Y es bueno verlos todos juntos, dale que Dale. Dice que empezó como una broma, como sí hubiese algo serio que no empezase como una broma, y que después de todo ha decidido compartirlo urbi et orbi. Lo dicho, un auténtico antisistema.
¿No sé de qué te extrañas?
ResponderEliminarHay infinidad de fotógrafos que se pasan gran parte de su vida haciendo la misma foto, solo cambian los personajes o el paisaje; pero no olvides, que se premia su constancia bajo el pretexto de estudio social, transición de la ciudad, reflejo de la historia de un tiempo...
Creo que ya tendrás a varios en tu mente, empezando por los clásicos y terminando con los novísimos, no los poetas.
¿Porqué no nos atrevemos a decir, que cuando uno coge un determinado punto de vista, a una determinada hora del día, con esa luz especifica y cambiamos el sujeto o el objeto de nuestra toma, sólo hacemos que repetir une quelque chose, haber si a fuerza de repetirla sabemos transmitir algo?
Va a resultar que hacemos menos fotografías de las que creemos y nos repetimos más que el ajo.
Ya sabes lo que dice Ara Güler “La fotografía es un tipo de documentación que refleja el tiempo en el que vivimos. Y con el equipo técnico adecuado podemos transmitir esa realidad al siglo que viene. Somos historiadores visuales”.
¿A lo peor la fotografía solo sirve para eso?
A lo mejor no...
Muy interesante lo que dices, pero se puede hablar mucho de todo esto. Por un lado creo que todos hacemos siempre la misma foto, lo que pasa es que creemos que no. Lo decía de una forma muy clara Amos Oz, salvando las diferencias, cuando le preguntaban por lo que hacía: autobiografía, siempre, confesión, ninguna.Solo podemos hablar de nosotros mismos, incluso al crear, conscientemente, ficciones. Es muy útil sí miramos lo que se repite a lo largo del tiempo, y no hablo solo de los tema,también del tratamiento de esos temas.
ResponderEliminarOtra cosa es lo que tú dices, y tienes razón: gente que trata de copiar con la cámara cosas que ya ha visto. A veces copia sus propias fotos y otras copia las de otros. Y muchas veces de forma consciente, lo que tiene delito porque en ese caso se utiliza la fotografía como castigo y no como diversión. Son ejercicios de caligrafía fotográfica, nada más. Pero claro, no se puede querer lo que desconoce y esa actividad puede resultar entretenida mientras se práctica. Lo peor es después, ver ese material que sabe a luna de miel en Cancún. Y a los caligrafistas les da siempre por copiar a los malos, que aún es más aburrido, es como sí todos los que escriben copiaran al brasileño de la hache intercalada, ¿sería o no sería para suicidarse?
Que al hacer una foto nos convertimos en historiadores visuales es un hecho: el tiempo detenido, ¿qué más se puede pedir?